Hacia el 2500 a.C., el hombre se volvió agricultor y dejó para siempre su vida errante de varios miles de años. Una vez que dominó su alimentación, pudo domesticar plantas e inclusive crear variedades que respondieran al clima y la altitud donde se encontraban. Una de estas plantas fue el maíz, producto al que se le atribuía características mágico-religiosas.